Joan Miró. La fuerza inicial. 2025 — Museografía

La exposición de esculturas de Joan Miró en la Llotja de Palma presenta diez piezas —algunas de gran formato y otras de dimensiones más contenidas— en un combate directo con la monumentalidad del edificio gótico. Más que un simple contraste, emerge un conflicto de fuerzas: la rotundidad de la arquitectura amenaza con imponerse sobre el gesto escultórico, mientras que las obras de Miró reclaman su lugar desde la libertad formal. Esa tensión se convierte en el motor de la propuesta museográfica, que no parte de una armonía preestablecida, sino de una fricción esencial entre dos lenguajes, materiales y simbólicos.

Todo comenzó en febrero, durante una primera visita al edificio. No conocía la Llotja. Al cruzar sus puertas comprendí de inmediato que aquel espacio, con su arquitectura rotunda y poderosa, no dejaría espacio para la neutralidad. La propuesta era exponer allí diez esculturas de bronce negro de Joan Miró. El reto era evidente: el pavimento oscuro absorbía las piezas. Si las dejábamos directamente en el suelo, desaparecían. Mi respuesta fue ofrecerles una estructura. Una superficie capaz de contenerlas, de darles entidad y fuerza.

Inspirada en la idea mironiana de las constelaciones, esta plataforma se concibió como un campo visual autónomo, capaz de hacer emerger las esculturas y de trazar nuevas relaciones entre ellas y con el edificio. Esa estructura fue pensada, además, para recibir la luz natural durante el día y la iluminación artificial por la noche, generando una transición sutil entre esculturas y constelación. Esa amalgama —de forma, lugar y luz— se convirtió en la clave para dotar a las piezas de la presencia necesaria para dialogar, de tú a tú, con la arquitectura.

La fuerza creativa de las esculturas, contenida dentro de la Llotja, reclama un universo propio, donde cada obra pueda establecer un diálogo tanto con las demás como con el espacio que las acoge. Ese universo no busca resolver el conflicto, sino asumirlo como condición de posibilidad. No hay jerarquía, sino voluntad de relación. Es en ese espacio autónomo, donde todo se vincula a partir de tensiones internas y correspondencias sensibles, donde las esculturas pueden adquirir una presencia capaz de sostenerse frente a la arquitectura.

La museografía se convierte, así, en una herramienta de mediación activa: no se impone ni desaparece, sino que acompaña la lectura del conjunto como si se tratara de una constelación en movimiento. Cada pieza ocupa un lugar preciso en ese mapa imaginario, definiendo relaciones de proximidad, de alineación o de contraste, en un equilibrio siempre delicado y vivo. De este modo, la exposición construye un espacio de diálogo donde la contundencia de la Llotja y el mundo libre y simbólico de Miró pueden coexistir en un mismo plano de fuerza y significado.

La luz acompaña la exposición como un elemento vivo. Durante el día, la claridad natural penetra en la Llotja y define una atmósfera cambiante y sutil, que marca el paso de las horas y activa nuevas relaciones entre las esculturas y la arquitectura. Cuando cae la noche, la luz teatral toma el relevo y dibuja un escenario de contrastes. La iluminación se convierte en una capa narrativa más, intensificando el diálogo entre el mundo de Miró y la presencia de la Llotja.

Una constelación que habite el universo de la Llotja.

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Institución impulsora: Govern de les Illes Balears

Ubicación: La Llotja, Palma

Fotografías: © Roberto Ruiz

Renders y boceto: © Ignasi Cristià, S.L.