Este proyecto comenzó a gestarse durante la pandemia, todo un reto que nos llevó a hacer convivir, en un mismo espacio, a tres grandes artistas tortosinos situados entre los siglos XIX y XX.
La escenografía resultante pone en valor la singularidad de cada uno de ellos, otorgándoles protagonismo desde el primer momento. En el espacio de bienvenida, tres imágenes imponentes nos invitan a adentrarnos en su universo: las miradas de Antoni Casanova, Francesc Gimeno y Agustí Querol nos dan la bienvenida e introducen al disfrute de la visita.
Al fondo de la sala, una gran imagen del taller de Agustí Querol, donde proyectaba el friso de la Biblioteca Nacional de Madrid, sirve para contextualizar su obra, escenificando el espacio creativo del artista y aportando profundidad a la sala.
Desarrollado en un contexto en el que todos tuvimos que aprender a trabajar a distancia, este proyecto ha sido posible gracias a la excelente colaboración con los tres comisarios —Núria Gil, Jordi Carbonell y Àlex Roig—, especialistas en cada uno de los artistas, y a la profesionalidad del equipo del Museo de Tortosa, liderado por Eva Castellanos.
La tesis central de esta nueva sala en el Museo de Arte de Tortosa plantea cómo las circunstancias económicas y sociales de la época transformaron la percepción de la visión del mundo del arte y del papel de los artistas, dando lugar al artista moderno.
Este movimiento, surgido en las grandes urbes, extendió su influencia por todas partes y arraigó con fuerza en las obras de algunos creadores de las Tierras del Ebro. Los protagonistas de esta historia son Antoni Casanova, Francesc Gimeno y Agustí Querol, artistas tortosinos que, más allá de su origen común, comparten el hecho de haber trascendido el ámbito local para alcanzar reconocimiento estatal e internacional. Cada uno, sin embargo, siguió un camino diferente, con visiones y relaciones diversas con los poderes de su tiempo. Su desarrollo artístico, inicialmente alejado de los grandes centros de producción, los llevó a marcharse en busca de formación y mercado.
A pesar de las diferencias en sus trayectorias y producciones, su yuxtaposición ofrece una visión panorámica de una época que, en última instancia, se convierte en universal. Las Tierras del Ebro se presentan así como un paradigma de territorios periféricos donde la necesidad de crear, de dar una visión propia del mundo, se impone con fuerza.
El espacio de introducción incluye, además del texto de tesis, una presentación de cada uno de los artistas y algunas piezas representativas de su obra, evidenciando desde el primer momento tanto las coincidencias como las divergencias. Una cronología a tres niveles —vida de los artistas, contexto local y evolución global— se despliega en una de las paredes.
Al fondo del espacio, una reproducción de gran formato del taller de Querol durante la creación de las esculturas del frontón de la Biblioteca Nacional de Madrid actúa como reclamo visual desde el exterior de la sala.
El recorrido expositivo comienza a la izquierda con la obra intimista de Francesc Gimeno, continúa con la escultura expresiva y monumental de Agustí Querol y finaliza con las obras de temática anecdótica de Antoni Casanova. Esta disposición, aunque no sigue un orden cronológico, enriquece el discurso combinando pintura y escultura.
Los ámbitos se delimitan con paredes móviles, mientras que el perímetro de la sala cambia de color, alternando tonos claros y oscuros en sintonía con la transición entre espacios.
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© Imágenes y vídeo: Àlex Panisello, © Renders: Ignasi Cristià, S.L.